La economía agraria se basaba en la autosuficiencia de las familias, que fabricaban todo lo que necesitaban, como leche, pan, queso, embutidos, etc. Los excedentes se utilizaban para intercambiar por otros artículos necesarios que no podían producir por sí mismos. En la economía industrial, las familias dejaron de ser autosuficientes y tenían que comprar todo, esto les obligaba a trabajar aun más para satisfacer sus necesidades.
Los días ahora se dictaban por el reloj/los jefes en lugar de por el sol.
Los empresarios fijaban la duración de la jornada laboral, determinaban el pago que recibían los empleados por cada hora de trabajo y la velocidad a la que funcionaban las máquinas. Los trabajadores ya no vendían el producto de su trabajo, sino el tiempo utilizado para fabricar productos.
La transición de la economía significaba que las familias dejaron de consumir productos hechos a mano por productos fabricados por máquinas.
Observe el precio de bienes como el periódico (1 centavo) o la barra de pan (15 centavos) en comparación con los precios actuales. Diferentes salarios por trabajo pagados a hombres, mujeres y niños (1905)
En 1875, el gobierno de Québec aprobó la Ley de Repatriación, que asignaba entre $60,000 y $80,000 dólares para traer a los canadienses franceses de vuelta a Canadá.
En la década de 1880, la economía de Estados Unidos comenzó a crecer y la mitad de las familias que habían regresado a Québec nuevamente se trasladaron a Nueva Inglaterra y a la vida de la fábrica.
Los recién llegados a menudo se enfrentaban a la hostilidad del público nativo porque sus culturas, idiomas y prácticas religiosas eran diferentes de las de los protestantes blancos, mayoritariamente nativos.
Las teorías populares consideraban a los nuevos inmigrantes incapaces de asimilar debido a su raza, origen étnico y cultura. Estas ideas se basaban a menudo en la eugenesia y se reforzaban con la idea económica de que en el mercado laboral los inmigrantes sustituían a los blancos de clase trabajadora.
Sin embargo, los inmigrantes estaban dispuestos a trabajar por salarios más bajos que sus homólogos nativos, lo que los convertía en empleados más atractivos para los propietarios de fábricas y sus intereses comerciales.